17.4.07

Track 41: La Insoportable Moquedad del Ser

Iba en el Metro. Sentía rápidamente cómo mi temperatura corporal se elevaba, y no por motivos de dudosa reputación, sino porque la temperatura ambiente era mucho más elevada que sobre tierra.
Ya lo había visto en la tele, ya lo sabía hace mucho tiempo: que bajo tierra hace más calor que sobre ella. ¿Por qué? No sé, y me da lata buscar la explicación.
Venía pensando en que tal vez todo sea producto del calentamiento global y de nuestros cerdos comportamientos para con la madre natura. O que, en volá, el calentamiento no sea más que de los usuarios del metro por la proximidad de los cuerpos; o calentamiento en el sentido del enojo por la Transantiago Experience, que es un flagelo a diario para el 99,9% de los habitantes de Santiago (yo veo Meganoticias, el medio periodístico más objetivo del Chile de hoy en día -según estudios hechos por el Instituto Libertad y Desarrollo, otro paradigma de la objetividad).
Recuerdo que el otro día vi en Meganoticias que recomendaban a la gente que antes de entrar al Metro se sacaran las chaquetas, abrigos y/o polerones, y que cuando salieran se los pusieran de nuevo. Craso error; pienso: recordé tarde esa útil información. Y yo que ya ando medio gangosa y mocosa por el resfrío... El consejo de mi noticiario amigo era para evitar lo abrupto de los cambios de temperatura, ya que, como decía alguien que se suponía era un experto en el tema -porque uno le cree a la tele; el tipo que está dando su opinión puede ser un chanta de primera, pero le creemos... le creemos- en el Metro hay no sé cuántos grados más que la temperatura ambiente exterior (tengo una memoria...).
Recordé mis múltiples experiencias sobre mis micros interprovinciales. Esos viajes a las 7 am por la autopista con TODAS las ventanas COMPLETAMENTE CERRADAS, por lo que la micro pasa a ser un sauna y, cuando te bajas, sientes como si el pingüino de Halls te pegara su cachetada asesina (en el comercial da la impresión de que duele, que son como esas cachetadas de mina celosa que dejan el cachete rojo).
Al poco tiempo de empezar los viajes diarios, sauna gratis de por medio, empiezo a notar cómo progresivamente va apareciendo cada vez más gente mocosa, resfriada o semi-resfriada, que, por poco precavidos, muchas veces se sorbetean los mocos como el cabro chico que estaba sentado al lado mío el otro día en mi consultorio amigui.
Para mi mala suerte, tengo una especie de obsesión con los mocos, propios y ajenos. Siento que si hay una cosa desagradable en la vida es sentir al prójimo a tu lado sorbeteándose los mocos. Hay gente a la que le da lo mismo... a mí, NO.
Más de alguna vez he hecho mi buena acción del día sacando de apuro a algún compatriota afligido por su flujo nasal. Es en momentos como ése en que creo que tengo una bondad intrínseca que a veces, siento, se transforma en falta de avispedad (cuando me ha pasado algo penca o "se aprovechan de mi nobleza", como diría el Chapulín Colorado).

Siempre me desvío del tema central. De hecho, muchas veces termino diciendo cosas nada que ver en relación con lo que empecé. Como ahora, que me desvié hablando del desvío de mis escritos y empecé hablando de que iba en el Metro.

Se me hace incómodo cuando tengo a mi lado a alguien que, ya sea con vergüenza o descaro, procede a no hacer uso del pañuelo desechable o papel higiénico amigo, sino de su propio aparato respiratorio para solucionar el problema. Como que internamente siento unas ganas imperiosas de gritarle "¡SUÉNATE, POR AMOR DE DIOS!" (estoy en rehabilitación de mi adicción al garabato... obviamente, la frase que se me viene a la mente no es esa...), pero, por otra parte, me produce compasión del tipo Madre Teresa de Calcuta cuando veo a alguien que realmente está incómodo con la situación y siente pudor. Ahí es cuando empiezo a cuestionarme: ¿le ofrezco un pañuelo o me quedo callada? En momentos como ése es que empieza mi análisis del prójimo en cuestión: si tiene cara de pesado, si es joven, viejo, mujer, hombre, etc. Y pienso "¿se ofenderá si le ofrezco el adminículo del cual carece?"
Y me voy gran parte del viaje pensando en si hacer mi buena acción del día o no.
El otro día, un escolar fue mi víctima. Al final decidí hablarle y me agradeció tímidamente el gesto (que te pasen un pañuelo desechable de la nada es tan decidor como que te regalen un desodorante para el cumpleaños, te enrostran la suciedad y la hediondez, respectivamente), sonándose los mocos con cautela y absteniéndose de botar el papel en cualquier parte.

Pero hoy día... hoy día fue distinto. Venía a las 10 de la noche por la autopista, en una micro cuasi llena, todos con cara de cansados por la ardua jornada que terminaba. Al lado mío se sentó un caballero. Unos 70 años, pienso.
Y lo noté medio complicado con el asunto nasal, pero me contuve. Quise analizarlo, como acostumbro. Pero no podía verlo bien. No podía ver la dureza o la bondad de sus facciones.
La micro se acercaba rápidamente a mi destino, y pensaba en que si no le decía algo al caballero me vendría la culpa, pensaría en el efecto mariposa y todas esas miles de cosas que hubiesen pasado si efectivamente le hubiese dicho algo. En la esquina, antes de doblar, me decidí a ser heroina:

- Caballero, ¿quiere un pañuelo?.

- Nooo, muchas gracias, ¡si tengo confort en el bolsillo!

...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

VIEJO CULIA'O....

IGUAL EL TEMA TUYO CON LOS MOCOS ES CASI OBSESIVO... V'O MISMA...

YO REGALO PASTILLAS DE MENTA... PERO A PURAS MINAS... SI SERE CALIENTE!!!!

NO HAY CASO CONMIGO

Anónimo dijo...

JAJAJAAJAJAJAJ

viejo *****'* cochino!!!
la cago!!!

porque no le dijiste "viejo *****'*, porque no te sonaste entonces!"

que eles tus historiaS!

Nos vemos en la vida!

Chau!

Pame

ps. que onda? se están apareciendo tus anti-amiguis-nazis-*****'*s denuevo??

[velasco] dijo...

Excelente escrito... no mucho que decir salvo que me alegro de haberte vuelto a encontrar en la "blogosfera" (próximo reportaje de Meganoticias en relación al loco ese que mata gente alla en el país de los locos). Un saludo grande y cuidate mucho Fran... nos veimos.

En la Piojera... pa´variar.

Daniel de Witt dijo...

Yo creo que hay que separar las cosas: a) Moco líquido. b) Moco duro.
Si el moco es líquido, no hay otra solución que usar el pañuelo. Es muy desagradable cuando el moco líquido cae rumbo a la boca.
Si el moco es duro, las tareas plásticas son una terapia, y la felicidad es total cuando se logra un círculo perfecto. ¡Hasta se olvida el resfrío, del placer que provoca!
Te lo aseguro.
Un abrazo.

XaR - ElEditoR dijo...

Wueno, ya ke me invocan tendré ke aparecer...

Faiip, me refería a una alusión a ke "lo wueno pal webeo" es una característica común ke tenemos con pelaito, por eso osé a llamarte "de las nuestras"...y como el mono salió con eso de ke estabas en período de aguachamiento, me pareció gracioso, y recordé una fresa del chere... eso es todo... armonil? puede ser, pero no se ponga chúcara por un comentario LIGERO porfis... no vale la pena.

Saludos

haroldo salas dijo...

Gran frase de Nietzshe !

Alvaro Horta Calzada dijo...

Es increíble la cantidad de historias que se tejen al interior de un vagón de metro... de antología.

Saludos!

Anónimo dijo...

que onda la historia del pan baguet (o como se escriba) que me conto el Pedro... si el Pedro la entendió bien, es una historia digna de publicar, en este espacio que ya más parece un almanake de chascarros!

nos vemos ele (espero)

Pame*

Anónimo dijo...

Fran:

Esta muy lindo lo que escribiste en el flog... me emocione.

Y si, tienes razón, tu "momento racio" fue el culpable! jajajajajaja


Nos vemos pronto!!


Bye!

ps. Ya poh! que onda con lo del pan baguett... aun estoy metida con eso


*Pame